Incierta memoria lejana
que arde en mi pecho dolorido,
tan vacía, tan inquieta, tan pesada.

He besado el alma
de los que no quieren ser queridos
y de los que no saben querer.

Fluye la inmensidad
porque morir no pueden mis pupilas.

Y ahora siento que duermo
en el abismo de las luces negras
donde no hay gloria ni pena.

Gloria.

Quién pudiera tan siquiera, afortunado,
rozar la viveza de la gloria.

Pero no hay gloria en esta incierta memoria
que se ahoga en el pensamiento,
que se arrastra bajo los trapos del alma.

Caminaré descalza y tímida
por si Dios quiera que algún día
mi camino se cruce fuerte en gloria.

Gloria de amor.
Gloria de sueño.
Gloria de vida.

Mientras tanto escribo y sangro
el dolor, la pena y la memoria.